El arranque de Sed de mal (Orson Welles, 1958) es icónico dentro
del séptimo arte. Un plano – secuencia brillante (entradas y salidas
sincronizadas de personajes, uso de las sombras, cambios de perspectiva de la
cámara, etc.) en el cual ya se aprecia un elemento que seguirá estando presente
el resto de la película: la frontera. Los personajes dentro del plano secuencia
pasan por la frontera entre Estados Unidos y Méjico a pie, y una vez llegados a
Norteamérica sucede el asesinato cuya investigación marcará el desarrollo de
toda la trama.
Desde un inicio, el agente contra el narcotráfico mejicano, Mike
Vargas (Charlton Heston) pretende superar los límites que impone la frontera
entre los dos países: se acaba de casar con una norteamericana, intentando
compaginar estilos de vida, cultura, etc. Pronto aparece la antítesis de
Vargas, el policía norteamericano, Hank Quinlan (Orson Welles) quien entiende
que la frontera es un bien a preservar y que el delito y la oscuridad vienen
siempre del mismo sitio, el lado mejicano de la frontera; no importa que, para
llevar ante la justicia sus sospechas, sea necesario falsear pruebas o arrancar
a los culpables dudosas declaraciones de culpabilidad. El asesinato rápidamente
está resuelto para Quinlan: el culpable es un chico mejicano, que tiene una
relación con la hija del asesinado, a espaldas de su padre. Vargas descubre la
realidad corrupta de Quinlan y ambos personajes transitan de un lado al otro de
la frontera intentando desenmascarar al corrupto uno y ocultar su culpabilidad
el otro. La frontera es una línea inútil para limitar el paso de los delitos,
el amor, el poder…
En Bailando con lobos (Kevin
Costner, 1990), después de sufrir el sinsentido de la Guerra Civil americana,
el teniente John Dunbar (el mismo Costner), solicita destino en la frontera oeste
con el territorio indio. Allí descubre que el fuerte que marca la frontera ha
sido abandonado, pero decide quedarse y acompañado por la emotiva música de
John Barry, se va adentrando cada vez más en la vida de la tribu sioux con
quien comparte territorio. A medida que el equilibrio y los valores de la
cultura india le van atrayendo, Dunbar cada vez ve menos sentido a una frontera
que no es nada más que una ficción sobre un territorio virgen. A medida que Dunbar,
su lobo calcetines y toda la amalgama de sentimientos que lleva encima van
transitando entre territorio norteamericano y territorio sioux, la frontera se
va desdibujando y la lógica llevaría a pensar que lo que realmente tendría
sentido es que desapareciera y que sioux y norteamericanos convivieran sin el
peso de la sombra de personajes injustamente ensalzados en EEUU, como el General
Custer.
Los desenlaces de las dos películas nos llevan de nuevo a la frontera. Por una parte, Vargas descubre que más allá de la frontera entre ambos países, hay una frontera real que en esa historia también se está transitando, la que existe entre el bien y el mal (si es que podemos llegar a decir que ambos existen con esa claridad…), puesto que mientras Vargas intenta desenmascarar la corrupción de Quinlan, se olvida de descifrar quien es realmente el asesino en su caso. Finalmente su compatriota mejicano es culpable y las pruebas falseadas de Quinlan no llevaban a inculpar a un inocente, sino a descubrir un verdadero culpable. Mientras tanto, Dunbar se da cuenta de que la frontera entre las dos civilizaciones no se podrá borrar. Finalmente tendrá que escoger entre volver a ocupar su lugar dentro de la sociedad y el ejército norteamericano o abrazar definitivamente la cultura sioux.