domingo, 6 de diciembre de 2020

Sed de mal y Bailando con lobos: la frontera

El arranque de Sed de mal (Orson Welles, 1958) es icónico dentro del séptimo arte. Un plano – secuencia brillante (entradas y salidas sincronizadas de personajes, uso de las sombras, cambios de perspectiva de la cámara, etc.) en el cual ya se aprecia un elemento que seguirá estando presente el resto de la película: la frontera. Los personajes dentro del plano secuencia pasan por la frontera entre Estados Unidos y Méjico a pie, y una vez llegados a Norteamérica sucede el asesinato cuya investigación marcará el desarrollo de toda la trama.



Desde un inicio, el agente contra el narcotráfico mejicano, Mike Vargas (Charlton Heston) pretende superar los límites que impone la frontera entre los dos países: se acaba de casar con una norteamericana, intentando compaginar estilos de vida, cultura, etc. Pronto aparece la antítesis de Vargas, el policía norteamericano, Hank Quinlan (Orson Welles) quien entiende que la frontera es un bien a preservar y que el delito y la oscuridad vienen siempre del mismo sitio, el lado mejicano de la frontera; no importa que, para llevar ante la justicia sus sospechas, sea necesario falsear pruebas o arrancar a los culpables dudosas declaraciones de culpabilidad. El asesinato rápidamente está resuelto para Quinlan: el culpable es un chico mejicano, que tiene una relación con la hija del asesinado, a espaldas de su padre. Vargas descubre la realidad corrupta de Quinlan y ambos personajes transitan de un lado al otro de la frontera intentando desenmascarar al corrupto uno y ocultar su culpabilidad el otro. La frontera es una línea inútil para limitar el paso de los delitos, el amor, el poder…

En Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990), después de sufrir el sinsentido de la Guerra Civil americana, el teniente John Dunbar (el mismo Costner), solicita destino en la frontera oeste con el territorio indio. Allí descubre que el fuerte que marca la frontera ha sido abandonado, pero decide quedarse y acompañado por la emotiva música de John Barry, se va adentrando cada vez más en la vida de la tribu sioux con quien comparte territorio. A medida que el equilibrio y los valores de la cultura india le van atrayendo, Dunbar cada vez ve menos sentido a una frontera que no es nada más que una ficción sobre un territorio virgen. A medida que Dunbar, su lobo calcetines y toda la amalgama de sentimientos que lleva encima van transitando entre territorio norteamericano y territorio sioux, la frontera se va desdibujando y la lógica llevaría a pensar que lo que realmente tendría sentido es que desapareciera y que sioux y norteamericanos convivieran sin el peso de la sombra de personajes injustamente ensalzados en EEUU, como el General Custer.



Los desenlaces de las dos películas nos llevan de nuevo a la frontera. Por una parte, Vargas descubre que más allá de la frontera entre ambos países, hay una frontera real que en esa historia también se está transitando, la que existe entre el bien y el mal (si es que podemos llegar a decir que ambos existen con esa claridad…), puesto que mientras Vargas intenta desenmascarar la corrupción de Quinlan, se olvida de descifrar quien es realmente el asesino en su caso. Finalmente su compatriota mejicano es culpable y las pruebas falseadas de Quinlan no llevaban a inculpar a un inocente, sino a descubrir un verdadero culpable. Mientras tanto, Dunbar se da cuenta de que la frontera entre las dos civilizaciones no se podrá borrar. Finalmente tendrá que escoger entre volver a ocupar su lugar dentro de la sociedad y el ejército norteamericano o abrazar definitivamente la cultura sioux.